El Espirítu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Rom. 8:16
Cuando vamos a Cristo, Dios no solamente nos perdona, sino que nos adopta. Mediante una dramática serie de acontecimientos pasamos de huérfanos condenados y sin esperanza a hijos adoptivos sin temor. Así es como ocurre. Vamos ante el tribunal de Dios culpables de rebelión y de faltas. Conforme a su justicias no puede dejar de considerar nuestro pecados, pero conforme a su amor no puede dejar de considerarnos. Por eso, mediante un acto que dejó atónito a los cielos, se castigó así mismo en la cruz por tus pecados.
La justicia y el amor de Dios quedaron igualmente satisfechos. Y nosotros, creación de Dios somos perdonados. Pero la historia no termina con el perdón de Dios....
Bastaría solo que Dios limpiara nuestro nombre, pero El hace más. El nos da su nombre.
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