A veces decimos cosas que no tendríamos que decir, frases que salen de un corazón impulsivo, que no mide las consecuencias y que después de tirar la ráfaga de palabras, piensa en que lo que dijo pudo dañar o daño al receptor.
Hablo de aquellas veces que impulsados por el coraje o dejados llevar por el momento tenso, decimos cosas de las que después nos arrepentimos. ¿Les ha pasado alguna vez?
Y es que muchos de nosotros no pensamos lo que decimos, y si lo pensamos, lo hacemos hasta después de haber dicho lo que no teníamos que decir.
¿Cuántos matrimonios han terminado por palabras que jamás tuvieron que salir de nuestra boca?, ¿Cuántos noviazgos con buen futuro se truncaron porque él o ella dijo algo que no tenía que decir o tomo una decisión impulsada por el enojo?, ¿Cuántas amistades hemos perdido por un momento de desacuerdo y en donde impulsivamente dijimos cosas que nunca tuvimos que haber dicho?
Lo peor de todo es que junto con ser impulsivos muchas veces tampoco somos lo suficientemente humildes para reconocer que nos equivocamos, para reconocer que no teníamos que haber dicho eso o para ir y pedir perdón a la persona que dañamos.
Jesús dijo: “…aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”. (Mateo 11:29)
¡Cuánta razón tenía Jesús al invitarnos a ser mansos y humildes!, y esto lo podemos aplicar en esos momentos en donde es más fácil decir las cosas como queremos, en lugar de quedarnos callados.
La próxima vez que estés frente a un momento tenso, en donde el coraje quiere hacer presa de ti, te invito a que te quedes callado, a que no digas lo que quisieras decir, a que no tomes decisiones en ese momento y a que dejes que pase ese episodio, créeme que te sentirás mejor, quizá a tu viejo hombre no le gustara, quizá a lo mejor quedaras mal y te veras un poco “tonto” según tu, al quedarte callado, pero créeme que Dios estará orgulloso de ti.
La mansedumbre y la humildad son necesarias en nuestro diario vivir, porque todos los días nos enfrentaremos a situaciones que nos querrán robar la paz, pero depende de nosotros el que eso pase, depende de ti el ser impulsivo o pensar antes de hablar.
Antes que respondas a algo, piensa bien lo que vas a decir, piensa en las consecuencias que eso traerá y sobre todo piensa si serias capaz de decir eso mismo en un momento de pasividad, créeme que todo eso te ayudara a medir tus palabras y a agradara a Dios hasta en tus respuestas.
Seamos mansos, tratemos de ser humildes, pero sobre todo dejemos de ser impulsivos y pensemos en:
¿Qué haría Jesús en ese mismo momento?
Autor: Enrique Monterroza
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