septiembre 21, 2010

Vigila la Entrada

Reconozcámoslo: alguno de nosotros tenemos el corazón desordenado. Cualquiera toca a la puerta y la abrimos de par en par. La ira aparece y la dejamos entrar. La venganza busca hospedaje y le ofrecemos asiento. La autocompasión quiere dar una fiesta y le ofrecemos la cocina. La lujuria toca el timbre y cambiamos las sábanas. ¿No sabemos decir no? Muchos no.

La idea de sujetar los pensamientos ni les pasa por la mente. Pensamos mucho en administrar el tiempo, en controlar nuestro peso, la administración de personal y aún en el cuidado del cuero cabelludo. Pero, ¿y que de la sujeción del pensamiento? ¿No deberíamos ocuparnos del control de nuestras ideas de la misma forma que controlamos cualquier otra cosa? Jesus lo hacía. Como un soldado adiestrado en la entrada de una ciudad, controlaba su mente. Obstinadamente guardaba la puerta de su corazón.

Si El lo hizo, ¿qué de nosotros?
Como Jesus

Vuestro adversario el diablo, como león rugiente,
anda alrededor buscando a quien devorar;
al cual resistid firmes en la fe. 1Pedro 5:8-9

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